Si Dios es una parte importante de tu vida, es natural que desees que
tus hijos compartan tu misma fe y tus mismas creencias. Aquí te dejo algunos
consejos, más psicológicos que religiosos, que creo son importantes en la
enseñanza de la fe y la religión a los niños.
Háblales de tu experiencia interna
Si practicas una religión, probablemente ya tengas un colegio religioso
para tu hijo, o quizás asiste a alguna actividad de enseñanza religiosa por
fuera del colegio. Esto es importante porque cubre el aspecto histórico y
teórico que te interese que aprenda. Pero no lo dejemos ahí, hay también una
parte emocional y experiencial que tú vives. Creer en Dios, sin importar si
crees en alguna religión, es una experiencia espiritual; comparte la tuya.
Cuéntales a tus hijos si te sientes acompañada por Dios, si sientes su amor y cuánto
eso te llena.
Esto es importante cada vez que queremos enseñar algo que no es sólo
teórico y que no es del todo observable, por ejemplo cuando enseñamos emociones.
Por el contrario, si quieres enseñar sobre animales tienes fotos, libros y,
para una experiencia más vivencial, el zoológico o una granja. Pero cuando
queremos enseñarles a nuestros hijos sobre experiencias emocionales es
importante compartir las nuestras.
Para los niños más pequeños cuéntales cómo te sientes y relaciona tus
emociones con momentos específicos y concretos. Por ejemplo, quizás cuando te
dan una buena noticia te sientes no solo suertuda, también sientes que lo que
pasó es gracias a Dios. Dale ese ejemplo a tu hijo, cuéntale eso y descríbele
cómo te hace sentir. Cuando son un poco más grandes, cuéntales también sobre sobre
momentos difíciles en tu vida cuando tu fe fue lo que te sostuvo y contuvo
emocionalmente y te sentiste especialmente acompañada por Dios. Quizás alguien
se enfermó o pasaste por momentos familiares difíciles, puedes compartir eso y
contarles cómo es que tu fe te ayudó a pasar por esos momentos. Por otro lado,
no dejes de compartir también tus dudas, como toda experiencia emocional, hay
altos y bajos, amores y desamores, eso es lo que hace real y saludable
cualquier relación.
¿Policía
o compañía?
Por definición, Dios es
omnisciente y omnipresente, está en todos lados, lo ve todo, lo sabe todo. Esta
definición puede ser tremendamente atemorizante para niños (y grandes) si esa “presencia”
se les presenta como una especie de policía o juez, vigilante de sus acciones para
desaprobarlas si hacen algo indebido. Pero un Dios omnipresente es también una
compañía de amor constante, lo que significa nunca sentirte solo ni desamparado.
Comparte con tu hijo esa forma positiva de ver la omnipresencia de Dios.
En la misma línea, evita usar la
presencia o mirada de Dios como ayuda para regular la conducta de tus hijos. No
hay nada mejor que el control interno (versus el control externo). Así como uno
debería no cruzar en semáforo rojo, haya o no haya policía, tu hijo debe
obedecer y portarse bien sea visto todo el tiempo o no. Algunas veces
escuchamos cuidadores usando a Dios para regular la conducta de niños, con
frases como: “Dios va saber si lo hiciste”, o “¿Qué diría [figura religiosa] si
viera lo que hiciste?”, debemos evitar estas frases pues no colaboran ni con la
experiencia religiosa ni con el desarrollo de autocontrol del niño. Una
alternativa para ayudarlo a regularse por ellos mismo, por ejemplo, es explicarle
el porqué de las reglas. Tu autoridad cómo adulto es suficiente para que tus
reglas deban obedecerse, pero explicarlas ayuda a darles un sentido y a
obedecer más fácilmente.
Otra forma de ayudarlo a fomentar el control interno es explicándole qué
pasa cuando las personas no hacen lo correcto. Empieza con lo más concreto, por
ejemplo, explícale qué pasaría si ningún adulto siguiera los semáforos (caos,
choques, no llegar nunca a tu destino). Luego puedes explicarle cosas menos
concretas como explicarle la importancia de la confianza y cómo las mentiras
van dañando la confianza, en ese sentido a él mismo le hace daño mentir. Por
último, puedes abordar un nivel más
íntimo y subjetivo, ayudarlo a reconocer lo mal que él mismo se siente cuando no
hace lo correcto. Por ejemplo, ayúdalo a reconocer lo culpable que se siente
cuando le pega a algún compañero o cuando miente. La idea es procurar fomentar
el desarrollo de un control interno.
Expectativas
Por último, mi recomendación es sobre tus expectativas. Recuerda que la
experiencia religiosa es única con cada persona. No podemos esperar que los
hijos la sientan y la vivan igual que los padres. Tus hijos pueden crecer y
decidir no practicar la religión, o quizás tú no eres una persona tan religiosa
y tu hijo sí se vuelven muy practicantes de la religión. Recuerda que enseñar a
tus hijos no es presionar. Enseñar es mostrar lo que tú sabes, para que tomen
lo mejor de eso.
Mag. María Paz Sáenz